domingo, 25 de mayo de 2008

Notas sobre el primer y segundo teórico

Primer teórico

  • Durante el año, los teóricos de articularán en torno a tres ejes temáticos:

-La naturaleza y objeto de la escritura

-La relación entre el sujeto y la escritura (desde una perspectiva cognitiva)

-La relación entre la escritura y el contexto sociohistórico

  • Kenneth Burke planteó la “metáfora de la conversación sin fin”. Él considera que existe un caudal discursivo en desarrollo constante, ámbitos con una tradición e historia a los cuales cada individuo hace un aporte. Cada sujeto se inserta en una conversación que ya ha comenzado largo tiempo atrás.

Segundo teórico: Naturaleza de la escritura

  • Se comentó el pretexto “Nunca aprendí a escribir”, de Louis Aragón. Aragón opina que el pensamiento surge a partir de la acción de escribir y no al revés; se piensa a través de la escritura. En este sentido, es importante señalar el poder de motivación, organización y anclaje de las ideas en la escritura. Siguiendo esta propuesta, una línea de investigación se ha interesado por el papel de la escritura en el desarrollo de las capacidades cognitivas y del pensamiento abstracto.
  • Concepto de escritura: La escritura es un sistema de representación visual al que se recurre para representar visualmente enunciados lingüísticos a través de un conjunto de signos de forma tal que sea posible determinar con exactitud las palabras que un lector generará a partir de ese texto.
  • Es necesaria una convención adoptada por una comunidad de usuarios para sostener la arbitrariedad en la conexión entre el significante y el significado. Al adecuarse a ella, quien la conozca puede decodificar el mensaje.
  • Historia de la escritura: La lengua es primariamente oral y la escritura es una invención muy tardía. Surge en la Mesopotamia 3500 años antes de Cristo, en la antigua Sumeria, motivada por cuestiones prácticas de tipo comercial y económico. La necesidad de registrar la existencia de excedentes de la cosecha y transacciones comerciales lleva a la aparición de las primeras formas de inscripciones: las “bullas”, que registran las cantidades de cereal acopiados.
  • En el desarrollo de la escritura coexisten diferentes formas de representación. Suele tenderse a ver una línea evolutiva dirigida a un aumento de la efectividad, desde las más pictóricas (jeroglíficos), a las más abstractas (alfabeto). Sin embargo, esta clasificación es etnocéntrica en relación a las posibilidades de los sistemas de escritura.
  • Clasificación de los sistemas de escritura, de acuerdo con el vínculo que establecen con el sonido representado:
    • Sistemas ideográficos: Son fácilmente comprensibles por usuarios que no hablan la misma lengua, pero tiene como desventaja a su carácter antieconómico. Suelen encontrarse en sociedades aristocráticas, donde el saber está restringido. Se subdividen el sistemas pictográficos (el signo representa directamente al objeto al que refiere; el vínculo icónico de va perdiendo a través del tiempo dando lugar a ideogramas, que representan conceptos) y logográficos (su representación está vinculada con el sonido de la palabra que refiere al objeto)
    • Sistemas silábicos: Son más económicos que los ideográficos.
    • Sistemas alfabéticos: a cada unidad fónica mínima corresponde un signo. Fueron creación de los fenicios, pero ellos sólo representaban las consonantes, considerando que quien leyera podría reponer el resto. Los griegos agregan a este sistema las vocales, dando lugar a un efecto democratizador del saber. Sin embargo, recién en la Revolución Industrial, a mediados del siglo XIX, se logrará una expansión amplia de la alfabetización.

Comentarios e interrogantes personales:

Encuentro muy interesante la indagación sobre los orígenes de la escritura. Por lo general, al estar tan habituados a su existencia, la naturalizamos y dejamos de entenderla como un artificio humano que no siempre existió. Vale preguntarse entonces, ¿de qué formas ha influido la escritura en el hombre? ¿Cómo ha afectado esta invención la comunicación humana y la organización de nuestra conciencia? ¿De qué manera se ha reflejado la evolución de los sistemas de escritura en la cultura?

Notas de lectura sobre “El héroe de las mil caras”, de Joseph Campbell

Campbell, en su libro “El héroe de las mil caras”, plantea que la principal función de la mitología, así como del rito, es la de suplir los símbolos que hacen avanzar el espíritu humano, ayudando a los pueblos a atravesar los complejos umbrales de las transformaciones y contrarrestando aquellas otras fantasías humanas que tienden a atarlos al pasado.

Para este autor, en los mitos del hombre, más allá del tiempo o lugar en que se originen, puede encontrarse siempre la misma historia, constante más allá de la presencia de leves variaciones. El esquema clave del mito sería el de separación-iniciación- retorno. El héroe siente una “llamada de la aventura”, en la que encuentra las señales de su vocación. Por ese motivo, parte del mundo de lo cotidiano a una región “de prodigios sobrenaturales”, donde actúan fuerzas que no le son familiares. Algunas de ellas constituirán pruebas que pondrán en riesgo su vida, otras le brindarán ayuda. Finalmente, regresará para reintegrarse a su lugar de origen transformado, enaltecido, decidido a vivir la vida con más sentido, tras haber alcanzado una expansión de su conciencia, trayendo de regreso dones y enseñanzas para sus hermanos, “el bien que restaura el mundo”. Esta última etapa en la que el héroe muestra el camino de la iluminación a los hombres es la más complicada y difícil de realizar.

Campbell afirma que, si bien la travesía que protagoniza el héroe mitológico tiene una manifestación concreta, se trata fundamentalmente de un viaje interior.

Considero que el planteo de este autor es muy interesante. Comienzo a reflexionar sobre el itinerario del mito y logro reconocerlo en gran parte del cine y la literatura con los que he tenido contacto. Está presente en el documental “Río arriba”, pero también en la historia de Simbad el Marin0 (1), en “La historia interminable" (2), “El señor de los anillos"(3); “Alicia en el país de las maravillas"(4), e incluso en los Evangelios, en la historia de Jesús y tantas otras. Siempre el mismo héroe, asumiendo miles de rostros diferentes, aventurándose por distintos parajes, viviendo aventuras diversas y, aún así, claramente identificable. Me pregunto, como Campbell, por qué este esquema ser reitera tantas veces, por qué se insiste en narrar una misma historia.

Creo que un principio de explicación, aunque parezca una obviedad, es que el hombre necesita volver a escucharla. Y quizás sea porque se siente identificado con ella, porque reconoce en ese mito las transformaciones que atraviesa constantemente en su vida y lo aterrorizan, porque adivina que, a fuerza de escucharlas una y otra vez, pueden parecer menor amenazantes, más naturales y necesarias. Porque como ese héroe que se aventura por regiones remotas, él también se ve obligado a internarse en territorios misteriosos, enfrentar difíciles obstáculos.

Puede que no viajemos a través del espacio, a veces lo desconocido viene a nuestro encuentro, encarnándose en mil formas distintas, al igual que el héroe. Los retos que la vida nos presenta son siempre novedosos y nos fuerzan a lanzarnos hacia tierras inexploradas: un viaje, una muerte, un nacimiento, un encuentro pueden ser nuestras llamadas a la aventura. Emprendemos así la odisea, avanzamos hacia un futuro incierto, al que arribaremos transformados, colmados de dones y enseñanzas. Es inevitable: tras vivir ciertas aventuras, difícilmente somos los mismos. Traemos de regreso aprendizajes que podemos transmitir a los demás si lo deseamos, si nos escuchan, si nos lo permiten. Representamos el mito, aunque en una versión microscópica, una y otra vez y, aún así, nos sigue aterrorizando en cada oportunidad. Deseamos aferrarnos al pasado, a aquello que nos es familiar, no tener que cambiar. Y las viejas historias regresan, repitiendo su insistente cantinela para recordarnos, de la mano del héroe mitológico, que hay que seguir adelante, impulsándonos hacia el futuro, hacia la constante renovación.




1-Cuento tradicional árabe, incluido en “Las mil y una noches” en los inicios del siglo XVIII.

2- Novela publicada por el escritor alemán Michael Ende en 1979.

3-Novela del filólogo y escritor J.R.R.Tolkien, publicada en el Reino Unido entre 1954 y 1955.

4-Novela publicada por el matemático, sacerdote anglicano y escritor británico C.L. Dodgson, bajo el más conocido seudónimo de Lewis Carrol en 1865.

viernes, 23 de mayo de 2008

RESEÑA- Descubriendo otras miradas. “Río Arriba”, una propuesta diferente.

Ulises de la Orden nos invita, en este breve documental que dura poco más de una hora, a sumergirnos en los misterios ancestrales de la cultura kolla y tomar conciencia del deterioro y progresiva desaparición que está sufriendo este pueblo.

La problemática central gira en torno de los ingenios azucareros instalados en Salta y los efectos que han generado en las comunidades indígenas de la zona, kollas y aymaras, forzadas a participar de la explotación de la caña de azúcar.

La historia está protagonizada por el propio Ulises y se presenta como un viaje de descubrimiento personal. Bisnieto de uno de los antiguos propietarios del ingenio San Isidro, se siente de alguna manera responsable por el deterioro de estas sociedades. Decide emprender esta travesía movido por la aspiración de descubrir sus orígenes, ansioso por hallar claves sobre la historia de su familia y reencontrarse con las tierras que tan profundamente lo habían impresionado en su adolescencia, cuando realizó el primer viaje a Iruya.

De la Orden nos ofrece la oportunidad de alejarnos de la ciudad para viajar en ómnibus, en tren, a pie, a dedo y hasta a lomo de burro al encuentro de estos pueblos autóctonos en peligro de extinción, dejando de lado los prejuicios para abrirse a una forma de vida distinta, basada en la solidaridad, tan válida y coherente como cualquier otra.

La historia de los ingenieros azucareros es reconstruida apelando a un amplio repertorio de recursos, donde se entretejen tanto fotografías y videos de archivo como libros infantiles. El lugar central, sin embargo, está reservado para los testimonios y es así como personas involucradas de muy distintas maneras en esta problemática nos dan a conocer sus miradas, sus vivencias. Descubrimos el indignante sistema de explotación bajo el que fueron obligadas a trabajar estas comunidades, que se ha traducido en una pérdida de su identidad, así como el deterioro de sus terrazas de cultivo, dando lugar a “volcanes”que destruyen los pueblos de la zona, cubriéndolos de tierra y barro.

Ciertamente, “Río Arriba” adopta una postura comprometida, asumiendo una fuerte toma de posición frente a la problemática del desarrollo económico y sus consecuencias colaterales, especialmente las sufridas por el medio ambiente y por las sociedades con costumbres, valores y tradiciones distintos a los que Occidente busca establecer en forma universal. Al mismo tiempo, y quizás esto sea lo principal, nos muestra una comunidad que resiste, pese a todo, y que lucha por renacer y conservar sus tradiciones, por no perder su identidad y no dejar de ser quienes son y han sido durante siglos.

El documental se desarrolla un escenario impactante, de profunda belleza natural y está acompañado por la fascinante música del humauaqueño Ricardo Vilca. Será inevitable el deseo, tras presenciar esta interesante propuesta, de partir inmediatamente hacia el norte. Y quizás sería bueno si así lo hiciéramos, si la experiencia de ver “Río Arriba” no consistiera simplemente en el hecho de detenerse un momento para luego seguir adelante, como si nada hubiera ocurrido, sino que nos sirviera de bisagra para cambiar un poco nuestra forma de ver la realidad y entender que existe una pluralidad de miradas, más allá de la nuestra. Una pluralidad necesaria y que no debe perderse, puesto que de ella y del intercambio que posibilita, depende la posibilidad de construir respuestas nuevas y más ricas para los problemas de la humanidad. El diálogo intercultural, en esta sociedad globalizada, se vuelve clave y es necesario luchar para que la diversidad no se pierda.

jueves, 22 de mayo de 2008

¿Elementos residuales? Williams invade mi vida

Estos son algunos de los poemas que escribí hace unos años, en otra momento de mi vida. No están elaborados con una pretensión específicamente literaria, sé que desde ese lugar se pueden trabajar muchísimo; en su momento no tuve otra opción que escribirlos, lo pedían, necesitaba expresar ideas que no podía plasmar de ninguna otra manera y esa eso lo que importaba. Y acá están. Quizás sean algo cursis, es cierto, pero me parece que más allá de todos sus efectos, logran transmitir algo del estado de una persona en un momento determinado, una suerte de angustia existencial, y por eso elijo compartirlos. Blogspot se niega a postearlos con el formato que tienen en realidad, que juega mucho más con los espacios en blanco. No encuentro manera de que aparezcan como están armados originalmente.

Sin numeración

Temporales líneas ondulantes

y

yo transito

estremecida por variables

pasiones, violentas

angustias; temo,

ansío,

odio y

remordimientos.

Tiemblo y caigo, arrastro, ruedo, sufro

y aun sigo, pese a todo

y la luz,

la que mueve y cambia

y duda. Creo. Dudo.

No,

no existe, no hay destino. Es claro, pues:

no hay camino.

Sola, vago, ¿dónde?

Allí,

aquí,

en todo,

en todos

las opciones, elecciones

y el azar caprichoso, el tirano

¿No hay verdad? No me equivoco.

Pierdo a lo sumo, supongo.

No sé. Y no sé esto, ni nada,

si ahora, o siempre, a veces, nunca

hago bien o mal, si algo

hago, si algo queda

de mi acción, si ésta vale,

si alguien juzga o me contempla,

si evalúan o

es la nada...¿es

el vacío lo que inunda

las alturas?

Sí, y conmigo, en todos lados,

me rodea, se aproxima, espeso

y este ruido que ensordece

y cubre esta masa informe, sí,

la esconde;

es el ruido

lo que asfixia, lo que angustia;

es el ruido que hacen todos

que hace todo

y es el ruido obligatorio,

necesario, es el ruido

tan sensato

como odioso

que es cadena,

que te arrastra,

que te aprieta,

que te ciega,

quien te mata.


Poema XIX

Cíclicos

tus

fragmentos

olvidados con cuidado

en bolsillos de

mi mente

se reúnen sin ayuda. Se refunden:

te recrean,

regeneran

el vago eco impreciso

del perfume

suspendido

en tiempo, en espacio

y se enciende

de misterios

la impresión de tu expresión;

yo me hundo en tus visiones,

chapoteo en tu vacío

y emerjo, pronto,

aferrada a tus

(mis)

breves, escasos momentos

de lucidez repentina

para danzar por la casa,

inflamada

de alegrías infernales.

Mas después me desintegro

en angustiosos fluidos;

sólo luego me rehago,

te rehuyo,

te rebusco, te rearmo.

Aquí estás,

reciclado vos flamante

Y ya no sos,

sin embargo.

lunes, 19 de mayo de 2008

Documental “Río Arriba”. Guía de trabajo. Preguntas 1 a 4

Consignas de la guia aquí. El siguiente texto articula las respuestas a las 1, 2, 3 y 4.

“Río Arriba” nos permite acercarnos a la cultura kolla y a las profundas modificaciones y pérdidas a las que ha llevado la participación de este pueblo en la zafra azucarera. Está estructurada como un viaje personal de su protagonista, Ulises de la Orden, y es por eso que es posible identificar en ellas varios motivos característicos del relato de viajes en Occidente.

En principio, encontramos la relación indisociable entre viaje y relato: Ulises emprende un viaje al norte argentino y busca, a su regreso, transmitir el asombro y la reflexión que éste ha generado, desea comunicar sus descubrimientos, narrar sus experiencias, pero también los sentimientos y sensaciones despertados, y describir el sorprendente mundo con que se ha encontrado. El protagonismo de las aventuras a cargo de un héroe, como se ve, tampoco está ausente, y esta figura propia de todo mito está encarnada precisamente por el narrador del relato, otro Ulises que no puede evitar recordarnos al héroe de la Odisea y que, como él, se atreve a cruzar el umbral entre el mundo cotidiano y el desconocido y vuelve transfigurado.

Otra temática propia del relato de viajes que se presenta fuertemente es el problema del otro y la mirada del viajero hacia él. En este caso, la película despliega una clara dimensión antropológica, donde el protagonista se esfuerza por construir la cultura kolla desde la alteridad. La acepta como válida y dotada de una coherencia interna y se abre a ella sin prejuicios, tolerante, ansioso por descubrir sus misterios.

El narrador del relato inicia este viaje por decisión propia, movido por la aspiración de encontrar sus orígenes, ansioso por descubrir claves sobre la historia de su familia y reencontrarse con las tierras que tan profundamente lo habían impresionado en su adolescencia, cuando realizó el primer viaje a Iruya. Pero también es impulsado por el deseo de realizar una reparación ya que, de alguna manera, se siente responsable por el deterioro de la comunidad kolla, a causa de la intervención de sus antepasados en la explotación de un ingenio azucarero.

Ulises se interesa por mostrar la riqueza de las culturas autóctonas y la lógica propia de estas comunidades indígenas, basada en la solidaridad y la sencillez, buscando transmitir su asombro, curiosidad y admiración y el daño que ha originado la explotación de estos pueblos en la zafra azucarera. En este sentido, la película adopta una postura comprometida, asumiendo una fuerte toma de posición frente a la problemática del desarrollo económico y sus consecuencias colaterales, especialmente las sufridas por las sociedades con costumbres, valores y tradiciones distintos a los que Occidente busca establecer en forma universal.

El destinatario al que se dirige es aquel que desconoce la realidad que se vive en esta zona del país, así como las comunidades que en él habitan. De la Orden busca acercar al espectador a esta problemática y, fundamentalmente, a riqueza natural y cultural de la región, así como comunicar su indignación frente a la destrucción en ella producida, para generar en él una toma de conciencia.

Es posible realizar una lectura del documental en términos del itinerario del héroe mítico propuesto por Joseph Campbell en su libro “El héroe de las mil caras”. Para Campbell, en los mitos del hombre puede encontrarse siempre la misma historia, constante más allá de la presencia de leves variaciones. El esquema clave es el de separación-iniciación- retorno. El héroe siente una “llamada de la aventura”, en la que encuentra las señales de su vocación. Parte del mundo de lo cotidiano a una región “de prodigios sobrenaturales”, donde actúan fuerzas que no le son familiares. Algunas de ellas constituyen pruebas que ponen en riesgo su vida, otras le brindan ayuda. Finalmente, regresa y se reintegra a su lugar de origen transformado, enaltecido, para vivir la vida con más sentido, tras haber alcanzado una expansión de su conciencia, trayendo de regreso dones y enseñanzas para sus hermanos, “el bien que restaura el mundo”. Esta última etapa en la que el héroe muestra el camino de la iluminación a los hombres es la más complicada y difícil de realizar. Este autor plantea que, si bien la travesía que encarna el héroe mitológico tiene una manifestación concreta, se trata fundamentalmente de un viaje interior.

Ulises de la Orden transita este itinerario del héroe planteado por Campbell. Siente el surgimiento de su vocación a partir de su inquietud por la historia que vincula a su familia con el ingenio azucarero “San Isidro” y su interés por el norte argentino y los pueblos autóctonos que lo habitan. Emprende el camino hacia esta tierra repleta de misterios y su ruta no es sencilla: viaja en ómnibus, en tren, a dedo, a pie, a lomo de burro. Las fuerzas adversas que debe enfrentar son naturales, propias de la hostilidad de un paisaje aún poco invadido por la civilización occidental, donde escasean los transportes y las telecomunicaciones actuales, pero también culturales, en una zona donde hasta su vestimenta denuncia a gritos que es un forastero. Encuentra pruebas y obstáculos, pero también ayuda de la mano de aquellos hombres que conoce en su camino y que se interesan por cooperar en su proyecto de reconstruir la historia de la región y las transformaciones que ha atravesado. Ulises protagoniza aventuras, aprende sobre estas tierras y regresa a su ciudad de origen, Buenos Aires.

Considero que en “Río Arriba”, la tercer etapa del itinerario del héroe, “el retorno”, asume una importancia clave. Ulises vuelve transformado por todo lo que ha aprendido, su visión respecto a la historia de su familia y el mundo general se ve profundamente alterada, y en su decisión de filmar este documental, se encuentra el deseo de transmitir las enseñanzas y los dones adquiridos durante su travesía a quienes han quedado atrás. Se trata justamente, como ya he mencionado, de la faceta más complicada del viaje del héroe, y su éxito dependerá, no sólo de sus buenas intenciones, sino de la predisposición a escucharlo que muestren los hombres. Finalmente, retomando las ideas del autor de “El héroe de las mil caras”, más allá de su dimensión concreta, la travesía de este Ulises argentino se presenta también como un viaje interior, de transformación espiritual y aprendizaje.

La filmación de este documental ha demandado una importante tarea de investigación sobre la historia de Iruya y el desarrollo de los ingenios azucareros en la zona. El narrador va reconstruyendo la memoria de este lugar apelando a una serie de recursos muy distintos. Se vale tanto de fotos de archivo y actuales como de mapas, videos de la época, libros de lectura para niños que explicaban el proceso de producción del azúcar, testimonios y entrevistas a personas involucradas desde distintos lugares en esta historia y el trabajo de campo y las observaciones que realiza el propio director.


El viaje como deseo

Siempre he considerado al viaje como un horizonte, un objetivo difícil pero no imposible. Quizás porque me aterraría descubrir un día que he vivido como los hombres que describió Platón, contemplando sombras en la pared de una caverna, quedarme inmóvil viendo la vida pasar nunca ha sido una opción.

Hubo un tiempo en el que el miedo detenía a los viajeros, temerosos de los brutales monstruos, los abismos infranqueables, las selvas llenas de sombra que aguardaban al que osara aventurarse a lo Desconocido. Lejos han quedado aquellos años, hoy son otros los obstáculos, pero lo lejano se asoma por todas las pantallas, nos espía oculto tras la tinta negra de los diarios, de los libros y nos llama, cautivante, sabiendo que nunca pareció tan próximo. No hay nada nuevo para descubrir, pero aún nos resta el mundo entero por conocer.

Con la conciencia que hoy se tiene de las maravillas que se extienden por la tierra, ¿cómo no soñar con encontrarlas, percibirlas a través de todos mis sentidos y hacerlas mías o, al menos, parte de mí, como ocurre con todos mis recuerdos?

Mi primer impulso es decir que viajaría a cualquier sitio, pero en verdad, no es así. Es lo más lejano, desconocido, lo otro, lo diferente aquello que en realidad me atrae, aquello que alguna vez me hizo pensar en estudiar antropología y lo que me lleva a interesarme por los idiomas extranjeros. Viajaría, entonces, a tierras distantes; imágenes de África, Europa, Asia vienen a mi mente, islas en el medio de un océano verdeazulado, trajes de colores imposibles, el bullicio de voces incomprensibles en una feria de artesanos. Un itinerario intrincado, donde nada estaría prohibido, donde vale quedarse cuanto tiempo sea necesario en cada sitio y volver atrás es siempre una opción, donde el camino puede trazar círculos y espirales. Saldría al encuentro con quien vive una vida tan distinta de la mía, descubriría en él otras existencias posibles, otras vidas que podrían haberme tocado en suerte, otras concepciones sobre el mundo, el destino y el azar. Conocería sus cuentos, sus leyendas, sus creencias y pondría en duda las mías. Exploraría las selvas, los bosques, las playas, los pueblos, las ciudades. Probaría alimentos muy extraños, condimentados con toda suerte de especias aromáticas, y frutas de colores y formas inimaginadas. Sentiría nostalgia por mi hogar, por mi idioma, pero vería como ese sentimiento es superado por el deseo de seguir internándome en lo desconocido, lo inimaginado.

Pienso que iría sola, quizás porque este tipo de travesías suelen emprenderse en la soledad, aunque no descarto la posibilidad de tener un compañero de viaje, con quien compartir la sorpresa, la inquietud y la aventura. Viajaría por tanto tiempo como me fuese posible, aunque tendría que volver alguna vez, para ver a aquellos que han quedado atrás, para transmitirles mis experiencias. Para traer de regreso un calidoscopio de imágenes que a mi llegada parecerán ilusorias, para proclamar a quien desee y no desee oírlo que hay otros mundos y otras vidas, y para alentarlos a salir de la caverna.

lunes, 12 de mayo de 2008

“Cuba. La revolución y La Habana contemporánea”






La muestra de fotografías “Cuba. La revolución y La Habana contemporánea” se inauguró el 8 de mayo en el Palais de Glace y permanecerá abierta hasta fines de este mes. Propone un recorrido histórico y actual por esta isla caribeña a partir de las miradas de seis fotógrafos.

Cuatro de ellos, Liborio Nobal, Alberto Korda y Osvaldo y Roberto Salas, son cubanos y ofrecen un mosaico de imágenes de la revolución tomadas en los años cincuenta y sesenta. Se entremezclan las escenas formales y oficiales, como el encuentro de Fidel Castro y Hemingway o su arribo al aeropuerto de Venezuela, con otras sumamente cotidianas y desestructuradas: el Ché riendo, Fidel tendido sobre una hamaca, fumando o paseando por su despacho. Entre ellas, encontramos la fotografía más reproducida de la historia y, a la vez, la más famosa de Ernesto Guevara: el retrato “Guerrillero heroico”, tomado por Korda.

Los fotógrafos Dunbar y Cohen, por su parte, ofrecen una visión actual de la isla, cada uno desde una perspectiva diferente. El australiano Andrew Dunbar invita a un recorrido en blanco y negro que se detiene sobre todo en la arquitectura de la ciudad, en tanto que Martín Cohen, holandés, propone un acercamiento mucho más íntimo y en colores a los cubanos.

Automóviles que parecen escapados de una vieja película en blanco y negro, edificios descascarados donde la colorida pintura se cae a pedazos sin que nadie parezca advertirlo, calles semidesiertas donde los niños juegan en las veredas; La Habana se parece de a ratos a San Telmo, un día de semana a las cuatro de la tarde. Las imágenes nos transportan a una ciudad donde la vida se desenvuelve como si el reloj se hubiera detenido a la hora de las siesta. Las imágenes religiosas, los crucifijos e iglesias se confunden con recuerdos de la revolución, que cuelgan de las paredes o se asoman desde un viejo televisor, y con algún fragmento de la cultura pop y del marketing infiltrado sigilosamente por alguna hendija. Los cubanos construyen sus vidas en esta escenografía: entre sombreros de paja, habanos, ruleros, van al almacén, tiene hijos, envejecen.

Las fotografías de Cohen, especialmente, evidencian una aproximación muy íntima y personal a la gente, que se refleja en planos de una cercanía casi incómoda, donde cada una de las arrugas que cruzan el rostro de estas personas asume un nombre propio. Personajes como Alberto, su vecino y Mario nos enfrentan sin recelos, despertando emociones encontradas, profundamente humanos aunque, de a momentos, grotescos.

La exhibición es recorrida por muchas personas, quizás porque es domingo y la entrada es gratuita. El público es muy variado. Un muchacho joven posa con un gorro verde similar al de Castro frente a un retrato del Ché, mientras su novia le saca un foto. Una mujer de mediana edad comenta a su acompañante señalando la simbólica fotografía “David y Goliat”, que muestra a un Fidel Castro empequeñecido pero desafiante, contemplando el imponente monumento a Abraham Lincoln.

La controvertida historia cubana hace prácticamente imposible que dejemos de formarnos alguna representación de esta sociedad. Aun aquellos que nunca hemos visitado esta isla, hemos construido una imagen fragmentada de Cuba, llena de ecos; un rompecabezas conformado por visiones sueltas, entremezcladas que nos llegan a través de los medios, de aquello que nos cuentan y que nos imaginamos. Desde esta perspectiva, la propuesta de la exhibición es especialmente atractiva e interesante porque introduce otras miradas, más personales, a este mosaico. Cuba se despliega en sus diferentes facetas a través de la lente de fotógrafos locales y extranjeros, contradictoria, anacrónica, pero llena de vida.

Notas sobre “Estar Allí. La antropología y la escena de la escritura.”, de Geertz

En este texto, Geertz se preocupa, quizás por primera vez, por reflexionar acerca del papel de la escritura en la antropología.

Para entender la importancia de la escritura en esta discplina, es interesante retomar un texto de Danforth con el que Geertz ejemplifica sus reflexiones. Danforth manifiesta una gran preocupación por el obstáculo que representa la brecha que existe entre el nosotros y los otros, planteando que ella dificulta tener un verdadero encuentro con el Otro y construir una antropología humanista. Frente a esto, cuenta cómo logró disminuir enormemente esta brecha durante el estudio de rituales funerarios en Grecia, cuando cayó en la cuenta de que la muerte era una problemática que afectaba a todos los hombres y logró dejar de ver a los rituales como exóticos para entenderlos como alternativas a las experiencias de la muerte que él conocía personalmente.

Geertz sugiere que la habilidad de los antropólogos para que se tome en serio aquello que dicen no depende tanto de la información que aporten en sus textos, sino sobre todo de que sean capaces de convencernos de que realmente han podido penetrar otra forma de vida. Es decir, su nivel de persuasión está directamente relacionado con la forma en que encaran la escritura.

La información que ofrecen los textos etnográficos es, en general, incontrastable. La presencia del autor en un texto antropológico es fundamental, ya que el antropólogo debe convencer al lector de que verdaderamente ha estado allí y de que si el lector hubiera estado en ese mismo lugar, hubiera visto, sentido y concluido lo mismo que él. Por eso, toma mucha importancia la presencia palpable del autor en cada página. Esta presencia es muy clara en el texto de Danforth, al relatar las reflexiones y el profundo involucramiento subjetivo que implicó el hecho de presenciar los rituales funerarios griegos.

Debido a la importancia que asume el autor en esta disciplina, la antropología se acerca a los discursos literarios. Es cierto que se construyen textos científicos, pero esto se hace a partir de experiencias biográficas, donde el antropólogo se involucra profundamente y entran en juego elementos como la intuición o la empatía. Por ello, se vuelve necesario encontrar un equilibrio entre estos dos aspectos, para no caer en la insensibilidad, en el impresionismo o el etnocentrismo, ofreciendo a la vez una visión íntima y una evaluación fría de la situación.

Barthes plantea la diferencia entre autor y escritor. El autor ejecuta un función, cumple un rol sacerdotal y entiende a la acción de escribir como una praxis, no se preocupa por el por qué sino por el cómo. El escritor, en cambio, desempeña una actividad, se asemeja al clérigo medieval y considera que el lenguaje sostiene una praxis, es un medio, un instrumento de comunicación, un vehículo del pensamiento.

El discurso científico y el literario se inclinan hacia la perspectiva del lenguaje como medio y como praxis, respectivamente. El discurso antropológico tiene elementos de ambos y esta situación genera la incomodidad y la complejidad a la que se enfrenta el etnógrafo como escritor.

Notas sobre "Mares del Sur", de Pavese

Pueden encontrar los mares del sur aquí


El poema esta construido en base a dos personajes: quien narra y su primo, el viajero. El narrador cuenta la vida y los viajes de este aventurero en función de su historia personal y relata cómo fue testigo de sus progresos a lo largo del desarrollo de su vida.

El primo pasó veinte años viajando por el mundo. Partió en su juventud y todos creyeron que moriría, pero no fue así, sino que regresó tras la guerra, a los cuarenta años y trayendo mucho dinero.

El viajero que nos revela Pavese es “un gigante vestido de blanco”, de rostro bronceado. Es presentado como un hombre parco, solitario, taciturno, de mirada cansada de ver tanto mundo. Del narrador no sabemos demasiado, pero es otro hombre silencioso (“Callarnos es nuestra virtud. Algún antepasado nuestro habrá estado muy loco (...) para enseñar a los suyos tanto silencio”).

El primo “no habla nunca de los viajes que hizo”, estos son construidos y reconstruidos sobre todo a base de lo que no se dice, a partir de las hipótesis que sus familiares y también el lector elaboran al especular sobre sus acciones y los lugares que visita. Por lo tanto, en algún punto, la travesía que realiza no es única, engloba de alguna manera la variedad que le puede ser atribuida por los otros.

También es importante tener en cuenta que, en realidad, el poema no cuenta sólo el viaje del primo, sino que podemos entrever dos travesías diferentes: la primera de ellas tiene lugar a través del espacio y el viajero recorre tierras alejadas de su pueblo natal, pero existe también un segundo viaje, el de quien se queda, que vive una multiplicidad de experiencias y evoluciona a lo largo del tiempo. Los que encontramos en este poema es el retrato de un viaje y un viajero enfocado desde la perspectiva de quien quedó atrás, que creció interrogándose por el destino del viajero, especulando acerca de su futuro y que aún imagina y anhela ver “la aurora sobre las islas más hermosas del mundo”.

sábado, 3 de mayo de 2008

Facultad de Ciecias Sociales, UBA. Etnografía.




Entrar a la facultad es introducirse casi por un hueco, ingresar a un galpón, a una fábrica abandonada o una casa tomada. Una sede de la universidad seguro que no es, pensamos, hasta que, tras subir las escaleras, nos encontramos con aulas, pizarrones, tizas y nos vemos obligadas a admitir que sí, que allí algo se enseña, y que si el logo de la Universidad de Buenos Aires no miente, nos encontramos en una de las sedes de la Facultad de Ciencias Sociales. Facultad, pero también galpón, también (ex)fábrica.

Recorriendo los pasillos de la planta baja, nos llama la atención, a nuestra entrada, a la derecha, la Biblioteca. Las paredes que la constituyen son de alambre enrejado, los estudiantes que están allí adentro parecen presos de sus saberes o animales de zoológico en exhibición. ¿Qué arquitecto habrá decidido instalar esa reja y con qué finalidad?. Sentimos, nuevamente, porque ese sentimiento nunca se va del todo, que aquí no puede funcionar una universidad.

Subimos por el laberinto de escaleras, exploramos los pasillos. Encontramos aulas de todos los formatos, de todo tipo de tamaños, algunas casi claustrofóbicas, muchas sin ventanas, otras apenas con tragaluces a la altura del techo (¿para evitar que los prisioneros de la biblioteca escapen?). Es un edificio oscuro, las fuentes de luz natural son casi nulas: escasean las ventanas y es imposible ver tras los vidrios de las pocas que hay.

Pero lo más llamativo es el exceso de discursividad que inunda y desborda paredes, techos y hasta el piso. La facultad está tapizada de carteles, sobre todo de organizaciones estudiantiles, que sostienen consignas distintas, hasta opuestas (“Sí al Observatorio de Medios”, “No al Observatorio de Medios”). Las paredes están pintadas de diferentes colores, delimitando una cuadrícula donde un nombre indica qué organización tiene derecho de desplegar sus pancartas en ese sector. Pero también hay avisos invitando a fiestas (“¡Enfiestate en Sociales!”) y otros más pequeños ofreciendo apoyo para diferentes materias (con Semiótica a la cabeza) o atención psicológica, buscando estudiantes para compartir algún departamento, poniendo a la venta instrumentos musicales, informando sobre actividades extracurriculares (conferencias, horarios del entrenamiento del equipo de hockey, ciclos de cine).

Los carteles empapelan completamente las paredes de los pasillos, rodean a los pizarrones en las aulas, cuelgan de los techos, las barandas de las escaleras, los escritorios de los profesores. Y como el espacio no alcanza, avanzan sobre el suelo (encontramos un carteles publicitando Cursos de Teatro en el descanso de la escalera). No solamente son papeles adheridos, también hay stencils, graffittis, Aún en la era de la informatización, aquí el principal medio de comunicación parece ser la escritura en las paredes, trayendo reminiscencias de pinturas rupestres de épocas prehistóricas. Incluso en el interior de los baños, las puertas funcionan como espacios de intercambio de consejos, informaciones, anuncios. Escritos sobre todo a mano, con lápiz, marcador o birome, encontramos sobre todo consultas sobre sexualidad (“¿La primera vez duele?”), confesiones (“Me re calienta Felipe Pigna, ¿está mal?”), correo sentimental, sugerencias (“Propongo que pongan un tacho para tirar las toallitas higiénicas), comentarios recomendando cátedras y profesores, publicidades de grupos musicales, blogs y fotologs; intercambio de apuntes, mensajes de concientización social (“No consumas vida- VEGANISMO”) y hasta pedidos de justicia (“Justicia por Emma”). A veces, hasta avanzan por sobre los azulejos del baño o se extienden por sus paredes, o pegan cartelitos sobre el espejo. En Sociales, no hay espacios donde no se evidencie una vocación activa por comunicar, por hacer llegar algún mensaje. El efecto de contaminación visual es inevitable, no hay zonas vacías donde descansar la vista.

Una serie de espacios desentonan con el clima general. La librería del primer piso (¡alfombrada y sin carteles!), parece recortada de algún otro edificio y pegada en este lugar por algún bromista. La Sala de Informática (¡con monitores planos!), que nunca antes habíamos visto, o los estudios de radio (¡con aire acondicionado, micrófono, computadora!) también contrastan con la atmósfera del galpón, en donde ver computadoras y tecnología en general resulta muy sorprendente.

¿Qué fauna habita este lugar? Es extremadamente variada. Encontramos profesores, personal de limpieza y de seguridad, vendedores que atienden fotocopiadoras, bares, kioscos y librerías, técnicos de los estudios, personal administrativo. Y estudiantes, muchos estudiantes de comunicación o de política, todos muy diferentes.

En general, no se ve demasiada gente en los pasillos, a menos que estén transitando. En ciertos horarios, se ven desbordados por estudiantes que ingresan o que tratan de salir, pero, quizás por la falta de comodidad, el pasillo no suele ser el lugar que eligen para permanecer en sus ratos libres. Los bares, dentro de la facultad y en sus alrededores, parecen ser preferidos, sobre todo a la hora en que recorremos la sede, cerca del mediodía.

Nos dirigimos al que se encuentra en planta baja, “La Barbarie de Sociales”. Está ambientado de un modo muy acorde con el edificio: todos los platos, mesas y sillas son distintos, se aceptan por igual viejos escritorios, mesas rectangulares y redondas, y las sillas son las mismas que se emplean en las aulas. Las mesas suelen ser grandes y es habitual sentarse con desconocidos. Impera un sentimiento de solidaridad y simpatía mutuo, un “al fin y al cabo todos estudiamos acá”, tanto entre los clientes del bar como desde quienes lo atienden, que también son estudiantes. Los precios, sobre todo el del menú del día, son muy bajos y se percibe que en el bar no prevalece el afán de lucro, sino la generación de lazos de solidaridad y de un espacio donde compartir con los demás, más allá de las aulas.

Si bien recorremos la facultad en un día de paro, esta circunstancia apenas se nota, no se ha tratado de un paro con alta convocatoria. Vemos varios profesores dando clases dentro de las aulas y muchos estudiantes circulando.

Estudiar en Sociales no es fácil. Las condiciones edilicias son extremadamente adversas, el edificio dista de ser el lugar ideal para que funcione una facultad, pero, pese a todo, allí se estudia. Son sus habitantes, quienes concurren semana a semana al edificio, los que lo dotan de sentido y transforman esta fábrica abandonada en la Facultad de Ciencias Sociales.